Los que entienden de blogs y páginas web son conscientes de que hay que se han de llenar de contenidos de calidad, originales y que animen al lector a seguir navegando. Pero tampoco se puede negar con una web, como casi todo en esta vida, entra primero por los ojos, de manera que hay que mantener una buena estética para que sea agradable a la vista y el visitante se sienta atraído más allá de los contenidos.
Se puede entender el diseño como la ropa que lleva una persona. Por muy inteligente e interesante que sea, si viste con ropa vieja y rota no proyectará una buena imagen al exterior. Tampoco existe un estándar que se acomode a todas las páginas web, y lo ideal es adaptar el diseño al contenido y las preferencias del público potencial. Para ello, debe haber cierta armonía que recorra toda la página, e intentar buscar el equilibrio entre la funcionalidad y la imagen. Obviamente, eso no siempre es fácil de lograr y en proyectos que busquen cierta proyección y tengan expectativas de triunfar a largo plazo, lo más indicado es contactar con unos profesionales para que hagan el trabajo con conocimiento de causa.
A fin de cuentas, la creatividad y experiencia son clave para conseguir un diseño que parezca uniforme y donde las diferentes secciones de la página web no parezcan ajenas las unas a las otras sino que funcionen como un todo. Muchos visitantes perciben que la empresa en cuestión no tiene credibilidad en caso de que su apariencia no sea profesional, incluso con mayor relevancia que los propios contenidos. Un esquema complicado o la falta de ayudas para navegar pueden hacer que el visitante abandone la página al instante. La primera impresión es la que cuenta y la imagen de una página web es mucho más importante de lo que a priori podría parecer.